Prado Paraíso
Gonzalo de Berceo: Los milagros de Nuestra Señora (selección del prólogo a la obra) / Adaptación y música: José Manuel Montesinos
Amigos y vasallos de Dios omnipotente,
si hicierais el favor de oírme atentamente,
querría yo contaros un hecho muy inocente:
al cabo lo tendréis por bueno ciertamente.
Yo, maestro Gonzalo de Berceo nombrado,
yendo de romería, llegué cerca de un prado,
verde y bien crecido, de flores bien poblado,
lugar apetecible para el hombre cansado.
Daban olor supremo las flores bien olientes;
refrescaban al hombre las carnes y las mentes,
manando en cada canto, fuentes claras corrientes,
en verano bien frías, en invierno calientes.
Había allí abundancia de árboles frutales,
higueras y granados, manzanos y perales,
y muchas otras frutas diversas a raudales,
ni agrias ni podridas, jugosas y sin males.
La verdura del prado, el olor de las flores,
las sombras de los árboles de tempranos sabores
me refrescaron todo y perdí los sudores;
vivir podría un hombre con aquellos olores.
Nunca encontré en el mundo lugar tan delicioso,
ni sombra tan amena, ni aroma tan sabroso;
me quité algo de ropa, por yacer más gustoso,
y reposé a la sombra del árbol más hermoso.
* * *
Señores y amigos, lo que dicho tenemos
palabra es oscura, exponerla queremos:
quitemos la corteza, y en el meollo entremos,
prendamos lo de dentro, lo de fuera dejemos.
Todos cuantos vivimos, que con los pies andamos,
y aunque en una prisión o en el lecho yagamos,
todos somos romeros que el camino pasamos,
San Pedro lo dice esto, por él os lo probamos.
Mientras aquí vivimos en lo ajeno moramos;
la estancia perdurable arriba la esperamos;
y nuestra romería entonces la acabamos,
cuando hacia el Paraíso las almas enviamos.
En esta romería tenemos un buen prado
donde encuentra refugio el romero cansado:
la Virgen Gloriosa, madre del Bien Criado,
del cual otro ninguno igual no fue hallado.
La sombra de los árboles, buena, dulce y umbría,
en quien encuentra amparo toda la romería,
sí son las oraciones que hace Santa María
que por los pecadores ruega noche y día.
Los árboles que ofrecen sombra dulce y donosa
son los santos milagros que hace la Gloriosa,
que son mucho más dulces que azúcar muy sabrosa,
la que dan al enfermo con dolencia rabiosa.
* * *
Cuantos son en el mundo, justos y pecadores,
coronados y legos, reyes y emperadores,
allí corremos todos, vasallos y señores,
todos bajo su sombra vamos a por las flores.
Ella es la vid, es uva, almendra, y granada,
que de granos de gracia está toda colmada,
oliva, cedro, bálsamo, palma bien levantada,
pértiga en la que estuvo la serpiente alzada.
Quiero en estos árboles un ratillo subir
y de tantos milagros algunos escribir;
la Gloriosa me guíe que lo pueda cumplir,
pues no me atrevería solo en ello a venir.
Tendrélo por milagro que lo hace la Gloriosa
si guiarme quisiera a mí en esta cosa;
Madre, llena de gracia, oh reina poderosa,
guíame tú en ello, pues eres piadosa.
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