Lo cierto es que las sucesivas estaciones luminosas se nos iban acumulando a lo largo de nuestra primera jornada completa en Tierra Santa. Aún no habíamos saboreado en nuestra alma el gusto espiritual que ofrece Nazaret, cuando ya estábamos en la cumbre del Tabor, contemplando un paisaje ancho como los brazos abiertos de Jesús. Tras haber hecho nuestra oración de adoración, el viento intentaba quitarnos nuestras gorras amarillas. Habíamos subido por piedras y escalones pulidos por las pisadas y las aguas de lluvia hasta un antiguo mirador, rodeado de ruinas de otros tiempos mejores para el cristianismo en Israel, cuando había un obispado con sede en Tabor. Mirábamos un paisaje a nuestro alrededor que bien pudo ser similar al que el mismo Jesús contempló en su oración. Realmente, en ningún lugar de los evangelios se nombra al monte Tabor como el sitio de la transfiguración. Esto arranca del evangelio apócrifo de los
Doce Apóstoles (siglo I) y ha sido sostenido por otros documentos con distinto nivel de autoridad (Orígenes, Eusebio de Cesarea, S. Cirilo de Jerusalén, S. Jerónimo, los primeros peregrinos, etc.) Y es que no puede ser otro el sitio. En toda aquella llanura que podíamos contemplar solo había aquel monte. Quizá desde aquí mismo, mirando el horizonte aquel, que es Judea, Jesús asumió la vía de la cruz; pero aún mostró a sus apóstoles el rostro de su gloria, para fortalecerlos en su fe, que iba a ser sometida a tremendo zarandeo.
Y nosotros, estábamos siendo fortalecidos en este primer día con estos sabrosos manjares de contemplación. Pero aún faltaba el vino exquisito de Caná. Y no me refiero al producto que en esta población venden a peregrinos y turistas como vino de Caná, que es un sencillo vino dulce, sino al vino oloroso de nuestra renovación de votos matrimoniales.

Entre la parada del Bus de Omar y el pequeño Hamud y el templo parroquial de Caná teníamos que recorrer una simple calle de pueblo actual, de unos 8000 habitantes entre cristianos y musulmanes. Muchos comercios recuerdan el evento del primer milagro de Jesús a instancias de María. "Haced lo que él os diga". Los recuerdos, las botellas de vino, rosarios, cruces, bolsos... Algunos peregrinos vencen a duras penas tales incitaciones. Pasamos junto a una capilla franciscana que conmemora al apóstol san Bartolomé (Natanael), que era paisano de este pueblo. Mientras voy pensando si no sería este mismo el novio de la boda del milagro, y calculando la distancia de Nazaret hasta aquí, 8 km, me digo, si es que eran un puñado de conocidos entre un pueblo y otro. Parientes y amigos, ellos como nosotros, involucrados por el Señor en sus asuntos. Y María, invitada junto a Jesús, ¿o quizá Jesús invitado junto a ella? Y con él, sus amigos. Es una boda, y falta el vino... Y María, atenta a todo y a todos, sabe que es el momento, que ha llegado la hora. Jesús quizá piensa que no, o quizá se deja insistir por la Madre. Entonces como ahora, el Hijo deja que sea la Madre la que interceda.

Llegamos a la cancela cerrada del templo franciscano. Es actual, de inicios del s. XX, construido como tantas veces ocurre en Tierra Santa, sobre ruinas sucesivas. Se pueden comprobar algunas excavaciones. Pero nosotros llegamos ya fuera de horario. Un franciscano entrañable y un poco loco, chapurreando una mezcla de árabe, italiano y qué se yo, discute con fray Pedro. Abre la cancela, no podemos pasar al templo porque lo están fregando y preparando para una boda. Es lo propio, aquí la gente viene a casarse, hora tras hora, peregrinos y bodas. A nosotros, sin embargo, se nos permite entrar en una deliciosa capilla lateral. Genial , lo justo para los que vamos. Preside una imagen del crucifijo de san Damian, que habló a san Francisco de Asís... "Reconstruye mi Iglesia". ¿Qué mejor patrono para nuestras comunidades y para nuestro propio matrimonio? Nos casamos el día de s. Francisco, para que marcara nuestra forma de vivir. Y aquí, en Caná, tenemos la oportunidad de renovar nuestros votos matrimoniales. Somos 8 ó 9 las parejas. Fray Pedro ya nos ha preparado un diploma para conmemorar el momento. A los casados se nos permite estar delante. Paco Molina nos vuelve a hacer aquellas preguntas de nuestra boda. A mí me sirve para hacer balance de los casi 21 años que llevamos Paqui y yo. Por un instante me pasan ante los ojos las fotografías de un álbum imaginario. El envío de nuestra parroquia de Cañero, de dos en dos, las ilusiones de Siles, el primer embarazo en Sevilla, los bebés perdidos, el gusto a fracaso, el trago a trago de la hiel de la infecundidad y el paro, la lejanía familiar y comunitaria, el gozo del parto ("milagroso") de Gabriel, el lento construir de la primera comunidad "Con Vosotros Está", luego la llegada de Santiago, el trabajo ¡por fin! de Paqui, la enfermedad una y otra vez, yendo y volviendo, el don del Movimiento reconocido oficialmente, el grupo de Sevilla, la música cuando todo iba a ser ya silencio, y ahora Caná, el agua en vino... Sí, quiero. Las mujeres, más sensibles y expresivas, lloran. Cantamos "De dos en dos". Es un canto que compuse desde el deseo de reconciliación. Gabriel hace las fotos, discretamente desde atrás, para no molestar. Santiago mira desde el fondo. Creo que es un gozo haber venido todos juntos.
...De dos en dos
y en medio Dios, 
que con su amor sostiene.
De dos en dos,
comunidad que así se multiplica.
De dos en dos,
no es división, sino más perspectiva.
De dos en dos,
conversación, palabra que es caricia.
De dos en dos,
siempre el perdón nos cura las heridas.
De dos en dos
y en medio Dios
que con su amor nos mima.
...De dos en dos,
en Gloria o Cruz, pero jamás rendidos.
De dos en dos
hasta llegar con el amor prendido.
De dos en dos
y en medio Dios
que en sí los tiene unidos.

Luego Simón y Pilar se cantan, y a través de ellos, nos cantamos todos unos a otros, una bella canción de compromiso esponsal. Cada uno de nosotros reconoce el don que supone el ejemplo y el esfuerzo, el amor y el gozo, de cada una de las parejas que hay allí. Inma, con su fina sensiblidad, así me lo manifiesta, precisamente ella que tiene a su marido a 5000 kms. Nuestro matrimonio, el de todos y cada uno, ha dado su fruto. La vibración emotiva es casi insoportable. Yo no soy capaz de expresar estos sentimientos ni con lágrimas ni con palabras. A su tiempo, puedo escribir una canción. Pero en el instante mismo en cuestión sé que mi cara es más bien la de un leño. Se acaba la celebración. Me preocupan Vitoti y Alfonsita, recientemente viudas. En un rincón del patio externo, llora, menudita, Alfonsita. Ella es casi como mi madre en la comunidad, vino a iniciarnos al barrio Cañero. La abrazo en silencio. Ella ha renovado sus votos matrimoniales con Rogelio en el cielo. No es que llore de pena, llora de "amor más fuerte que la muerte"
(Cantar de los cantares 8, 6).
Jose Y Paqui..estoy viviendo a traves de estos escritos toda su peregrinacion a Tierra Santa. Gracias por compartir estos momentos...desde que comenze a leer hasta ahora que he terminado he tenido la piel de gallina..y como mujer "sensible" tambien he llorado con vosotros al leer su renovacion de votos. Hermanos, no pueden imaginarse como se les quiere, se les admira y se les extrana. Me alegra tanto que hayan tenido esta experiencia en familia. No puedo expresar todo lo que siento ahora mismo...todavia tengo que trabajar y pulir mi escritura...pero he vivido cada instante con vosotros a traves de estas letras..he orado, he alabado y sobre todo doy gracias por conocerles y quererles.Un abrazo fuerte. Sayli
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