sábado, 24 de enero de 2009

¿Para quién? ¿Por qué?


Acaso sea solo un caso particular mío. Yo ando metido en esto de la "artisteología" muy a mi pesar. Durante... qué sé yo... ¿veinte años? He estado, como oculto, escribiendo y componiendo canciones de todo tipo, también religiosas. Las he cantado a solas en mi habitación, sentado en una alfombra lanuda que me compraron mis padres. Yo era un adolescente enamorado de Jesús de Nazaret y a la vez enamorado de alguna chica de la parroquia. Y le cantaba al amor de mi vida, sin hacer distingos. Cantaba solo para mí, solo para Dios. A veces era bonito compartir una canción con los amigos del grupo juvenil, en un encuentro, en una convivencia.... me declaré a Paqui cantándole..., a veces había que cantar en un acto social, en la asociación de vecinos, en la ciudad... pero yo no quería ser cantante. Simplemente respiraba... y escribía canciones. Constantemente. Pero no era mi compromiso. Mi compromiso cristiano me impulsaba a mil cosas, catequesis de jóvenes y adultos, fundamos una comunidad cristiana, un movimiento apostólico, hicimos cientos de actividades solidarias, procuramos el compromiso en la sociedad, lucha contra el paro, acogida de inmigrantes, economía alternativa... entre tanto Paqui y yo nos casamos, la vida y siempre una guitarra por medio. Pero yo no era artista, ni músico, ni quería evangelizar con la música, ni tampoco vivir de cantar profano. Era (y soy) profesor de Instituto, catequista, esposo y padre. Esa era y es mi vocación y mi trabajo. Cursos, libros, poesía... y siempre una canción. No era ni un hobby si quiera, era mi forma de ser, como si alguien tuviera asma y siempre llevase el inhalador. Yo llevaba una canción nueva en la cabeza. Hay quien hace fotos para recordar un momento, yo hago canciones. A veces las grababa en cintas, una a una las regalaba, no hacía copias. No he conservado nada. A alguno le escuché cantar como suya una mía -no era canción religiosa-, y lo hacía muy bien. A veces regalaba un canto para una eucaristía, o un himno parroquial, o a una amiga monja le preparaba una canción misionera, o a un amigo reciencasado le hacía de obsequio una canción cantando su amor, canciones por cumpleaños, por desengaños. Les hice nanas a mis hijos. Les componía canciones para que se relajaran. Canciones infantiles para los hijos de los amigos. Canciones sobre todo. Y Dios siempre en todo, con la sencillez de las florecillas de san Francisco, cuyo día nos casamos, para que presidiera nuestra forma de vivir.

Entonces, alguien que tenía una de esas cintas la pasó a CD e hizo muchas copias. Ahora sonaba en un coche de otro o en una cocina ajena. Especialmente la música cristiana. Todos instaban a que había que sacar eso a la luz...No sé ni contar los cientos de canciones... cincuenta semanas al año, una canción por semana de media... para escoger solo diez o quince. Difícil. Pero conservo muy buenos amigos que me han ayudado en esta etapa. Y he conocido a otros magníficos, generosos, arriesgados, que incluso se plantean vivir solo de cantar música católica. No es mi llamada. Sí lo es, escribir y componer, y ofrecer.

Ahora ya hay varios trabajos publicados. Mi mundo apenas ha cambiado. Ciertamente, existo en Internet y en CDs en librerías religiosas. Algunos premios y nominaciones. Lo mejor, escuchar a unos chiquillos pidiendo una canción. Canto cuando me invitan a algún evento. Lo tengo computado: mi familia no resiste más de una actividad al mes, con viaje incluido. Cantamos mi esposa Paqui y yo juntos, eso es un regalo de Dios y quizá sirva de testimonio para otros. A nosotros, desde luego, nos sirve: ha mejorado nuestro "filin". Me acompañan mis hijos Gabriel y Santiago. Me sostiene mi comunidad "Con Vosotros Está".

De todo el "brillo" de la música católica, me sigo quedando con cantar una canción nueva a solas en una alfombra lanuda que me compró mi esposa. A veces me pongo delante del micrófono y lo grabo... No sé si si vende o si lo copian. A veces canto ante el altar, cara a Jesús Eucaristía, y es grandioso. A veces canto en un teatro, cara a las buenas personas, y son ellos los que merecen mi aplauso -catequistas, misioneros, jóvenes comprometidos-. No cobro nada, más bien pagaría. Si algo me dan, lo mando a Manos Unidas o a Cáritas. A veces me ataca un punto de vanidad y pregunto qué tal ha salido, si gustó o no... me arrepiento en seguida. Ni quiero engañar ni engañarme.Espero que el Señor me perdone usar su nombre ¿en vano?

No hay comentarios: